José Palma y Velásquez

 

La Purificación de María

 

Sobre las cimas quo la luz bordea

Con bellos rizos de flotante llama,

El sol arroja su cendal de obispas

Deshecho en flecos que semejan ascuas;

Y al recorrer el piélago incendiado,

Muestra en su rostro plácida amalgama

De sonrisas que bullen resplandores,

De reflejos que en haces se dilatan.

 

El ave grácil, al mirar sus rayos,

Alisa y bate las plumosas alas,

Y derramando fúlgidos alegro»

Que entre sus ondas repercute el aura,

El vuelo tiende y los espacios rasga,

De rumores insólitos se enlazan.

Para buscar el nutridor sustento

De los polluelos que en el nido aguardan.

 

Adorno de los pétalos sedosos

El rocío las flores abrillanta,

Y es cada gota lágrima que late

Colores en que el iris se delata:

Brisa graciosa al retozar recoge

La esencia entre las hojas condensada,

Y con brotes de aromas su homenaje

De amor ofrece a la gentil mañana.

 

¡Todo se anima! En las desiertas callea

Salem cristiana al despertar se lanza,

Y los pechos barbotan oraciones,

Y los templos de gentes se cuajan.

Al Dios de Sabaoth tres veces santo

Elevan el fervor do sus plegarias,

Tímidas cual el canto del esclavo,

Ardientes como el gozo do sus almas.

 

Y allá formando encantador conjunto.

Imponiendo respeto a quien repara,

Por una de las calles, tardo el paso,

Una mujer con un anciano avanza:

Ella en sus brazos un infante oprime

Y al suelo incierto la mirada baja;

El apoyado en báculo florido

Tórtolas bellas en la mano carga.

 

Al templo santo con unción dirige

El tardo rumbo en placentera calma;

Cada frase c» un ritmo de caricias.

Y es música de amor cada palabra:

Los ángeles padecen mil desmayos

Y suspenden las notas de sus arpas,

Oyendo aquellos íntimos coloquios

Que incendios vivos de querer delatan.

 

Al templo entran. Con místicos chispeos

Ven florecer las luces en miriadas,

Y aspiran el olor do los inciensos.

 

Y auscultan las tímidas plegarias:

Nada profano aquel misterio turba,

Présago fiel de inspiraciones sacras,

Todo respira prometido goce

Que allá en el fondo resplandece el ara.

 

Hacia el grupo, con pasos vacilantes,

Encorvada la noble añosa espalda,

Majestuoso, cual cedro, el-continente,

Radiante la cabeza con las canas,

Un anciano que lucha con la muerte

Y vence aherrojándola sus garras,

De la devota multitud se sale,

Y, jubilante el pecho, se adelanta.

 

Toma al infante en los temblosos brazos

Que no sostienen la ligera carga

Y un beso deja en la pequeña frente

Mientras sus labios con amor exclaman:

— Señor, Señor, tu poderosa diestra

Abrir ya puedo la postrera página

Del libro do la vida de tu siervo

Que al niño vio quo a los mortales salva.

 

Tú, madre sin ventura, cubre el pecho

De diamantes con cuádruple coraza:

Puñal impío te herirá la carne,

Te labrarán mil penas la mortaja.

Este niño que aduermen tus cantares

Doquier avivará bandas contrarias,

Que defiendan sus épicos laureles,

 

Que desgarren sus máximas sagradas.

 

De rodillas la Madre sobre el suelo

En actitud cíe arrobo ora y ensalza

Al Dios que cede en túrgidos derroches

Vida a los hombres, a las plantas savia,

Y al sentir en sus venas infiltrarse

El hálito de penas que la amagan,

Al Niño ofrece que nutrió con sangre

De sus nobles castisimas entrañas.

 

Tú, Señor, recibiste el homenaje

Que de la Madre el corazón quebranta,

Has pagaste el valor del sacrificio

Con tu piedad deshecha en mar de gracias.

Del alba de tu gloria destrenzaste

Los consuelos en fúlgidas cascadas

Que bañaron con pródigos desbordo

Los corazones y las tiernas almas.

 

Hoy desata, Señor, también tus dones,

Al conjuro de amor de mis plegarias

Sobre el varón ilustre que sus votos

Conmovido juró delante el ara;

Despliega ante sus ojos las riquezas

Que tu amoroso Corazón derrama,

Y cayendo en raudales de virtudes

 

Vayan de amor a completar sus ansias.

1895

 

En la última página

del NOLI ME TANGERE

 

Eres el grito del derecho herido,

La encarnación de las candentes lágrimas

Quo en la noche sin luz de su pasado

De mi país los ojos escaldaban.

 

Yo te leí cien veces. Noble amigo,

Hallé siempre, notando en cada pagina,

Un paño para, el llanto del esclavo,

Para el tirano vengadora tralla.

 

¡Cómo sentía, al recorrer tus hojas,

Lástima por mi patria esclavizada!

¡Cuál lloraba contigo en mis insomnios,

Y ansiaba, como tú, la luz del alba!

 

Mas un día... sonaron los fusiles,

Ahogó loa suspiros la metralla,

Y, fulminando muertes, al derecho

Pronto abriéronle paso las espadas.

 

Y tembló la opresión. Himno de muerto

Parecía el rugido de sus armas,

Y en su mismo estertor... ¡ay! frente a ella

Irguióse su conciencia: ¡cuan manchada!

 

Entonces, al clangor estrepitoso

Que producían, al herir, las balas,

Veía al pueblo defender sin miedo

La idea que tus párrafos inflama.

 

Veíalo surgir grande, potente,

Dispuesto a perecer en la demanda,

A recabar con sangre de sus venas

Su libertad y su honra conculcados.

 

Y fué obra tuya, tuya solamente:

Que, sin ti, aun no viera nuestra patria

Roto el dogal quo la estrujaba el cuello

Y on sus cielos brillando la alborada.

 

¡Ah!... mucho hiciste. Verbo del opreso,

Anatoma al poder, tus hojas santas,

Al irradiar en los cerebros muertos,

De la opresión libraron una raza.

 

Te cierro ya. En la noche de su sueño,

¡Paz al patriota que escribió tus páginas!

Dile quo sus hermanos no lo olvidan,

Que en cada pecho so le erige un ara.

 

1898.

 

En la trinchera

 

Arma al brazo, siempre alerta,

Pronto a matar o morir,

Madre, mi madre del alma,

¡Cuan dulce es pensar en ti!

 

No basta el plomo mortífero,

Que espigando vidas va,

A envolver con su humareda

Loa recuerdos del hogar.

 

La chispa que brota eléctrica

Del fusil o del cañón,

Son para mi de tus ojos

La amorosa irradiación.

 

Los tronidos de las balas

Que las auras van a herir,

Son el crepitar ruidoso

De tus besos para mí.

 

¡Ay!... madre, mi dulce madre,

Madre de mi corazón,

En este ambiente de sangre

¡Cómo te recuerdo yo!

 

Quisiera estar a tu lado,

Quisiera volverte a ver:

De tus caricias de cielo

Siento, como nunca, sed.

 

Pero... madre, si la Patria

No logra libre surgir

De entre el montón de cadáveres

Y las ruinas de esta lid;

 

Si la noche se hace eterna,

Si no alborea la luz,

¡Muera yo con mis nostalgias'.

¡Muere, con tus penas, tú!

 

1900.

 

Himno nacional filipino

 

Tierra adorada,

hija del sol de Oriente,

su fuego ardiente

en ti latiendo está.

Tierra de amores,

del heroísmo cuna,

los invasores

no te hollarán jamás.

 

En tu azul cielo, en tus auras,

on tus montes y en tu mar

esplende y late el poema

de tu amada libertad.

 

Tu pabellón que en las lides

la victoria iluminó,

no verá nunca apagados

sus estrellas ni su sol.

 

Tierra de dichas, do sol y de amores

en tu regazo dulce es vivir;

es una gloria para tus hijos,

cuando te ofenden, por ti morir.

1900.

 

Dos pensamientos

 

I

En esta noche sombría.

Oh Patria de mis amores!,

Yo lloro con tus dolores

Y sufro con tu agonia.

Podrá la borrasca impía

En sus ondas sepultarte,

Pero yo nunca olvidarte

Porque mis delirios son:

Tenerte en mí corazón

Y vivir para adorarte.

II

Hoy brotan mustias del cielo

Nuestras dulces alboradas,

Porque están ensangrentadas

Las pampas de nuestro suelo.

Cuando en su versátil vuelo

El aura llegue al ramaje,

En su trémulo cordaje

Suspira insólitas penas,

Y ¡ay! que es ruido do cadenas

Ese ruido de follaje.

1900,

 

Dos pensamientos

 

Para mis versos, la pagina postrera;

Es honra bastante el último rincón:

Gemas cloróticas cíe enfermo corazón,

No tienen iris ni olor de primavera.

¿Cómo ponerlas entre esos cuadros bellos

Donde sonríe la magia de Luzón,

Entre esas rimas que fermentan pasión.

Miel, luz, aromas, sonrisas y destellos?

No van guijarros entre preciosas piedras,

Nunca se juntan la pena y la ilusión:

El astro arriba, en la azulea extensión,

Siempre en el suelo arrastrándose las yedras.

¿Qué contarte? ¿Que eres buena? ¿Hermosa o inteligente?

Jamás lie aprendido cómo se dice una flor.

Soy joven; mas todavía no be puesto mis plantas

En los tapices de seda do ningún salón.

Si fuera poeta... acaso trovas te regale

Que sepa mover placeres en tu corazón;

Pero no lo fui nunca: para mi alivio, sólo

Rimo cantos a mi Patria, mi madre o mi amor.

¿Mi madre?... ¿Qué te importa ella?—¿Mi amor?-Sueño y fiebre

¿La Patria?... ¡Oh!, la Patria? ¿Puede bramando el ciclón

Entre ruinas y tinieblas inspirar canciones

Que no sean penas, muerte y llantos de dolor?

No es eso lo que me pules.— Quieres algo alegre

Que lleve de nuestras auras el vago rumor.—

No sé si podré... Mas tomo entre mis rimas viejas

La menos flébil y anémica y marchita canción.

 

Minuit

 

Es Terrnidor. La sangre burbujea,

Y hay fuego de cénit en las entrañas...

Nadie detiene esa erupción que ansia

Acabar con los pueblos y las razas.

¡Exterminio, exterminio! — Es lo que pide

La nueva humanidad bestializada,

Que prosigue el camino de los tiempos

Vibrando loa espasmos de la rabia.

Hay que sembrar escombros por doquiera,

Muerto, devastación, incendios, talas,

Los frutos ponzoñosos de la fiebre

Que genera la noche de las almas.

¿Quién osa contener tanto tumulto

Y apaciguar el salto de las lavas?

Espíritus'sin fe quieren la muerte,

Espíritus sin fe quieren la nada.

La lucha es sin cuartel. Ni árbol ni hombre

Debo quedar al fin do la batalla;

Quiere el gusano la podrida carne

Y el muérdago, festín de inculta savia.

 

Ya cuando borre el cuadro apocalíptico

El rojo negro horrible de sus manchas

Y cuando venga el sol con sus colores

Para el macabro saturnal del alba,

Entre las ruinas so hallarán sin duda

Nuevas flores surgiendo ensangrentadas...

¡Es el Amor que se ocultó en el cieno!

¡La Calidad que se quedó en las charcas!

1900.

 

El filibusterismo

A José Rizal.

 

 

Es grito do dolor, es catapulta,

Es un sol quo chorrea sangre y lágrimas,

Como el sol filipino, triste y bravo

Que parece llorar y llora rabias.

 

¡Ah! En su fiebre do pesar y de ira,

Libre es por dentro quien por fuera es paria;

Nuevo Rouget de Lisie que solloza

Mientras hiere de muerte a la autocracia.

 

Filibustero, si, y eso ¿qué importa?...

Así fueron los Cristos de las razas,

Y a pesar de las noches quo corrieron,

Siempre encontraron al final las albas.

 

Cumplió su sueño, descansar lo eterno

En la encantada tierra de su patria...

¡Ya es feliz! Ya de todos sus hermanos

Se alza por él a Dios una plegaria.

1900.

 

¡Ven, oh paz!

 

Las flores han muerto: el campo

Sólo es siembra de sangre,

Y su alcatifa de césped

Es panteón de cadáveres.

 

En vez de bellas auroras

Y de misteriosas tardes,

La llama de los incendios

Fulge y quema los hogares.

 

Ya nadie a nadie conoce:

¡Cómo las negras pirámides

De tristes e ingentes sombras

El espacio todo invaden!...

 

Huyó el iris: las libélulas

No buscan los frescos cálices,

Las aves y mariposas

Dejaron ya los ramajes.

 

No hay color en el espacio,

Ni aura quo trove cantaros,

Hasta nuestros sueños mismos

Sueltan las alas y parten.

 

¿Cómo conservar nuestra alma

Poemas de amor brillantes?...

En llorosas elegías

Se truecan los madrigales.

 

Y en medio de las negruras

Y a través de la vorágine,

Nuestros corazones tiemblan

Y nuestros cerebros arden.

 

El relámpago destruye;

Los truenos en los eriales

Con sus tumbos estremecen

Los espíritus cobardes.

 

Y todo arde, todo choca,

Todo se- derrumba y cae,

¡Un cuadro del Apocalipsis!

¡Todo el poema del Dante!

 

¿Será eterno .el otoño de estas hojas?

¿Caerán siempre tantas nobles vidas?

¿No acabarán jamás estas congojas?

 

¿No se hartarán las armas fratricidas?

 

¡Jamás eso fué ley! Los choques rudos

Siempre engendraron luz, albas las noches:

En los campos con sangre, hoy desnudos,

Flores futuras abrirán sus broches.

 

Mas, mientras ruge el huracán insano,

Gime la madre desolada y triste:

«Hoy el hombre del hombre no es hermano;

¡Cristo murió; pero Caín existe!»

1901.

 

Al Mártir Filipino

 

En la calma tranquila o la tormenta

Cuando cierra la noche o brota el rayo,

Lo mismo en el ardor que en ol desmayo

Es tu nombre el que sólo se oirá.

Es que todos afirman que te quieren,

Es que todos publican que te adoran:

Cuantos de entro ellos.. con los ojos lloran;

Si nadie los oyera... ¡,te querrán?

Idolatría que en la boca vive

Les hace siempre enaltecer tu fama;

Pero acceder cuando tu voz les llama,

¡Inútil!, ¡a tu voz no acudirán!

1901.

 

Filipinas por Rizal

 

El clangor de las balas aquel día

anunció, al estallar, la idolatría

del pueblo al héroe. Idolatría ardiente

que no hay pliegue en el alma que no agite,

sitio on el pecho donde no palpito

o latido en el ser en quo no aliente.

 

Homenaje grandioso al heroísmo,

el amor a Rizal fué siempre el mismo.

¿Hay alguien, por ventura, que adormezca

su vibrante calor? Nadie lo puede;

que mientras uno de la raza quede,

es imposible que Rizal perezca.

 

Lo dijo él mismo: aroma en nuestras flores,

luz en el cielo, on el pincel colores,

desde su tumba a su país se abraza,

y es el rumor del viento embravecido

canto en el arpa, en el frondal, gemido,

para vivir por siempre con su raza.

 

Y vivirá. ¿Qué extraño es que su vida

se eternice cu la Patria redimida,

si aquel amor que despuntó en su muerte,

aunque nació a los bordes de una tumba,

os un amor quo nunca se derrumba,

tanto más inmortal cuanto más fuerte?

 

Ya no os la Patria aquella turba ignara

•A quien rudo el error calificara

de fantoche con síntomas de vida:

la Patria es ésta que en el duele llora:

idólatra, cu sus mártires adora,

y, a despecho del tiempo, nunca olvida.

 

En la misma de ayer, siempre amorosa:

mancharla pudo la mentira odiosa;

mas hoy está de aquel borrón exenta.

que allí donde rayera el Oran Patriota

allí quedó la muchedumbre ilota,

de allí surgió la multitud redenta.

 

¿Qué pueblo so mantuvo estacionario?

Camino del Tabor o del Calvario

todos van por su senda hacia arriba,

y no será tan sólo Filipinas

quien, después de vivir entre las ruinas

 

del pasado, la aurora no perciba.

 

No, no será: por el terreno abrupto

cruzará vigoroso e incorrupto,

porque Rizal lo llama a la grandeza,

y con Rizal, o morirá en la Historia,

o subirá triunfante hasta la gloria

demostrando a las gentes su entereza.

 

Siempre se ha consagrado Filipinas

al que sembró en su seno las doctrinas

del patriotismo vigoroso y sano,

que cuanto más perdura, más se inflama.

Quien nació filipino a Rizal ama:

¿hay alguno que no?; pues no es su hermano.

 

1901.