Claro María Recto y Mayo

 

ELOGIO DEL IDIOMA

 

          Oh, lengua sacrosanta de Castilla,

Alcázar de leyendas

que a tu linaje espiritual vinculas

la gloria de las magnas epopeyas;

de augustos fueros arca de la alienza,

que en luchas ya pretéritas

sobreviviste al colonial desastre,

cual a la vil materia

el alma; catedral de maravillas

que guardia del pasado las creencias,

ícono familiar que veneramos

en la encantada casa solariega;

altar donde comulgan

las almas con el pan de la belleza

mientras juramos proscribir la casta

de malandrines que tu honor afrentan:

la musa filipina

torna a pulsar, luciendo tu diadema,

el plectro, que labro tu nombradia,

a enaltecer la prodiga vivencia

del siglo de las luces y edad de oro

de tus gloriosas letras,

con sus dolientes místicas cantigas

y encendidas querellas

de pasión al Amor de los Amores

sus coplas, sus romances, sus églogas,

fábulas, epinicios y elegías,

¿doloras de filósofos? - poetas,

baladas, madrigales cortesanos,

rimas tristes de noche de Bohemia,

sonetos con doctrina y epigramas,

cantares de juglar, odas de gesta,

villancicos que fluyen

cual leche y miel en Prometida Tierra,

versos barrocos de inefable pompa,

y parnasianos con rumbosa métrica;

llegando a plenitud tu ejecutoria

con el milagro de la estrofa hodierna

en la orgía de luz de sus imágenes,

sus novedades de suntuaria estética,

y el don de insospechadas emociones

en la constelación de sus preseas.

 

          Oh, lengua de Castilla,

deidad del pensamiento mensajera,

que te ostentas cual vivida custodia

de la única verdad en las conciencias,

como el sol en las cúspides hostiles

donde el ciclón fermenta

como el anhelo máximo que fulge

en el blasón astral de mi bandera:

no en vano fueron por inciertas mares

de Cristóbal Colón la carabelas,

proa hacia lo ideal, a rendir parias

al Ensueño y la Idea;

no en vano desafiaron

tus nautas las tormentas,

y llevaron su imperio y sus hazañas,

al corazón de América

y hasta a mis bravas torridas campiñas

donde alzaran sus tiendas

y vieron el portento de mis lagos

y mis calladas noches hechiceras;

no en vano en nuestras mentes imprimiste

de tus preceptos la radiosa estela

y tu gloria es aún astro sin poniente

en las antiguas castellana tierras:

tu vasto imperio inmemorial perdura,

y es eternal cadena

de fe y amor que el Ande, al Caraballo

y a tu Nevada Sierra,

en el raudo desfile de los tiempos,

en firme abrazo espiritual estrecha;

no en vano aún por los campos de la Mancha

fingen castillos de ilusión las ventas,

se toman por gigantes los molinos,

y por falanges un tropel de ovejas,

por límpidos hidalgos los arrieros

y mozas de partido por prncesas;

no en vano en pos de imperios ideales

tus galeones sin cesar navegan

y van en ellos nobles adalides

que tu honra y fama perpetuar anhelan,

andantes caballeros del ensueño

guardianes del pudor de Dulcinea,

locos sublimes que descubren mundos

y mueren por su dama, la quimera.

Aún nos ofrecen tus antiguos códices

la fórmula inmortal de la belleza,

y tus mágicos filtros

para el mal del querer la panacea.

No morirás jamás en aquel suelo

que aún guarda tu esplendor. Quien lo pretenda

ignora que mis templos y mis agoras

son de bloques que dieron tus canteras.

 

          Oh, fabla de Castilla, de los dioses

Olimpo y Partenón, ¡bendita seas!

Retozarán las musas en tu césped

y gustarán la miel de tus colmenas;

dirá el juglar sus chanzas en tus rimas,

y llorará el amor en tus endechas,

y lanzarán sus épicos acentos

de la espada y la cruz las epopeyas.

Mas si algún día aciago

convocan del honor a la palestra,

y tus juradas huestes

a las justa se aprestan

del bien decir por la sagrada causa,

por tu solar, tu historia y tus leyendas,

alguien dirá al narrar, de aquí a mil años,

como fue la refriega:

cayó allí un filipino

por amparar los fueros de tu herencia.