CRÍMENES de Los Estados Unidos en Filipinas


1. Artículos en inglés de la prensa yanqui durante la guerra filipino-estadounidense


2. Artículo de Filipinas ante Europa, el 10 de diciembre de 1899 por Isabelo de los Reyes

Los imperialistas para hacerse simpáticos, suelen decir a los filipinos en su jerga especial:

—Español, malo, muy malo; yanki, bueno, muy bueno,

 

Ahora vamos á ver las excelencias esas. La Constitución española prohíbe la confiscación de bienes por causas políticas, así es que todos los bienes embargados por los gobernadores españoles con motivo de la insurrección filipina de 1896-97, fueron devueltos á sus propietarios, hasta los de los fusilados ó condenados por los tribunales militares. Pues bien; nosotros creíamos que la famosa Constitución norteamericana era el non plus ultra de los códigos fundamentales de los países libres y civilizados, y sin embargo, no es así, porque las autoridades militares de Manila están portándose con mayor tiranía que un jefe de tribu salvaje. Nosotros no nos referimos á esos frecuentísimos casos de rapiña llevados á cabo por la soldadesca imperialista; sino á escandalosos despojos decretados por las autoridades de Manila.

 

Con motivo de los incendios de Tondo en 22 de Febrero último, que según juran y perjuran los filipinos, fueron ocasionados por los yankis para tener pretexto de limpiar aquel arrabal de caseríos donde pudieran esconderse los guerrilleros filipinos. las autoridades de Manila se han apoderado de cuantos bienes encontraron en las casas abandonadas por sus dueños, porque éstos fueron encarcelados por los yankis, incluso mujeres y niños, aparte los que fueron cazados como fieras, al huir de los disparos que les hacían los malvados en su aturdimiento. A cuantas personas habían encontrado éstos en aquel arrabal, los metieron en la prisión, y una vez aclarada su inocencia, les dieron libertad, después de haber estado presos durante dos meses; pero sus bienes no fueron devueltos, sino que fueron vendidos últimamente en pública subasta.

 

Uno de los principales perjudicados es el vecino pacífico D. Mena Crisólogo, cuyas pérdidas ascienden á 50.000 dollars, y ahora han vendido en pública subasta 250 quintales de índigo ó añil, que valen 25.0 00 dollars á precios ruinosísimos, como ya se puedo suponer, y el importe de la venta parece que se repartieron las autoridades que habían decretado semejante atrocidad.

Denunciamos, pues, y seguiremos denunciando hasta que devuelvan lo que no es suyo, á la conciencia universal, y en especial al noble pueblo de los Estados Unidos, estas atrocidades del general Otis, esperando que Mr. Mac-KinIey ordene indemnizar á los muchos perjudicados. También las tropas imperialistas cometieron verdaderos actos de bandidaje al apoderarse de los pueblos de Salinas y otros de Cavite y Pangasinan, saqueando cuanto encontraron, á pesar de que no hubo resistencia en los pueblos donde hicieron sus rapacidades. 

 

Los pueblos de la Pampanga, ocupados por los imperialistas, están soliviantados por los continuos atropellos de éstos, destrozando lo que no pueden llevar, como coches, cerdos, etc. Los periódicos de Manila, á pesar de la censura, no traen más que noticias de atropellos, demostrándose que no hay allí tranquilidad ni seguridad personal. Un soldado americano, después de recorrer varias casas, donde abrió los armarios llevándose lo que quiso, intentó violar á una recién parida y á una anciana. 

Frecuentemente, la policía amarra á los detenidos, los maltrata y tortura de la misma manera, ó peor, que en tiempo de los frailes, y tanto que el juzgado de Quiapo hubo de intervenir porque murió el detenido, Mariano Concepción, por contusiones en el vientre, estómago y región torácica lateral. También Aristón de la Cruz y Filomeno Vellón recibieron contusiones graves del capitán le policía Lara.

 

Y para terminar este odioso capítulo de atrocidades, lean ustedes la siguiente noticia que con la mayor frescura del mundo publica entusiasmado el periódico vanki The Manila Times:

“En la próxima campaña en Filipinas se emplearán cañones de dinamita por el ejército. Esta semana ha salido para Nueva York el teniente M. C. Bukley, del de artillería, para inspeccionar el embarque de doce cañones de dinamita, sistema Simms Dudley, de dos pulgadas y media (7 y 12 centímetros) con accesorios y municiones.” ¡BÁRBAROS!

 

Estos saqueos y los asesinatos de los heridos filipinos á quienes rematan las tropas imperialistas, son los que soliviantan los ánimos y hacen cada vez más odioso el nombre norte-americano en Filipinas, como lo dicen los mismos corresponsales yankis en aquellas islas. Es preciso que Mr. Mac-Kinley envíe un caracterizado hombre civil ó militar honrado, que defienda á los filipinos sometidos, como los españoles tenían un funcionario de gran autoridad que se llamaba defensor de indios (filipinos), cargo que desempeñaba el Fiscal de su majestad. Ya ven los imperialistas que no predicamos la guerra porque sí.

 


3. CARTA DE UN FILIPINO DEL 22 DE ENERO DE 1900 DURANTE LA GUERRA FILIPINO-ESTADOUNIDENSE SOBRE LA CORRUPCIÓN DE LOS YANQUIS Y SUS ACTIVIDADES CRIMINALES

POLÍTICA IMPERIALISTA EN FILIPINAS

Cada vez más se dejan sentir los desaciertos y la corrupción del Gobierno americano establecido en Manila y arrabales: pues mientras sus embaucadores apóstoles aseguran y predican que la política del Gobierno se sintetiza en la LIBERTAD, FRATERNIDAD Y JUSTICIA, se ven y se observan hechos diametralmente opuestos a tales lemas.

Para extraviar la opinión pública, empiezan por amordazar la prensa obligándola a quemar incienso al poderoso y propalar noticias tan falsas como burdas, que por cierto se pierden en el 'vacío con general desprecio e indignación del público; y el que se atreve á publicar alguna noticia que no sea para adularles, es encarcelado y la publicación suspendida, si no embargada hasta la misma prensa; pero en esto van muy equivocados, porque los filipinos ya se enteran, antes de sus informaciones, de cualquier noticia referente a la causa filipina, sobre todo, la de la campaña—Para dejar tal vez campo libre a las hazañas de una cuadrilla de bandoleros americanos, que se dedican al robo y saqueo, prohíben a todo filipino el tránsito por las calles pasadas las ocho y media de la noche, y así raras son las noches en que no ocurra robo, si no saqueo.

He ahí la libertad practicada y proclamada en Filipinas. Veamos como practican la fraternidad: Para enterarse los americanos del despacho en las oficinas de la Aduan y del Gobierno, les convino retener algunos empleados filipinos, pero a medida la que ellos estén al tanto del Negociado, los van echando a estos a la calle sin motivo justificado, no sin hacerles pasar antes algunos días de *calabus« (cárcel.) Por denuncia de cualquier malvado es prendido y encarcelado el más honrado y pacífico vecino: así como es fusilado con la mayor sangre fría cualquier ciudadano inofensivo que se encuentre dentro de sus líneas so pretexto de no haber atendido la voz de ¡alto! o que se les ha escapado el tiro, estando limpiando el arma; y con esta disculpa, queda impune el más alevoso asesinato; aparte los horripilantes cuadros de violación de doncellas y asesina o de viejos, mujeres y niños indefensos en la toma de los pueblos, así como él bombardeo de muchos pueblos ribereños sin aviso de ningún género, pero el punto más suelo de su desastrosa y escandalosa política, es el monopolio mercantil e industrial, en el que aparece como primer monopolizador el Gobernador genera/ Mr. Otis. que es ya del dominio público', está en sociedad con un tal Carman, en el negocio de coprax y con otros comerciantes en abáká; y que el cierre de puertos obedece á este infame monopolio, pues se ve que á pesar de la clausura de puertos, llegan coprax y abaká a los socios del general Otis; juzgue el lector ¿qué no harían los otros americanos al ver tan estimulante como fascinador ejemplo?

Así hay Generales y Coroneles que tienen aquí importantes sociedades mercantiles, que necesariamente tienen que arruinar y matar las demás casas, porque no pagando derechos de Aduana todas sus mercancías, por venir consignadas como efectos militares, es imposible la competencia con ellas. Así como es escandaloso e irritante el procedimiento cruel y brutal de que se valen para matar industrias pequeñas, pues echan mano hasta de la fuerza armada para tirar en medio de la calle sus productos y cerrarlas, so pretexto de que tales productos son ofensivos a la salud, extremo que en ningún caso se ha probado; y sin embargo, permanecen cerradas muchas fábricas de los naturales. He ahí la fraternidad ejercida por los yankees en esta Perla del Oriente.

Pasemos a examinar cómo administran justicia: Ocurre muchas veces que vecinos honrados y pacíficos que se quedan dentro de los pueblos tomados, son atropellados y saqueados por soldados y hasta por oficiales americanos; se quejan aquellos ante las autoridades americanas, probando el crimen y señalando a los agresores a fin de recuperar siquiera lo robado; y son siempre contestados con las sacramentales palabras de dichas autoridades Poco tiempo; y con esto queda administrada la justicia sin castigar al delincuente ni devolver lo robado; digo, alguna que otra vez es castigado el delincuente, pero lo robado, eso nunca se devuelve, lo cual importa millares de pesos como en los casos ocurridos en Baliuag, San Fernando y otros pueblos de la Pampanga. El Juzgado del Presbote en Manila, compuesto de improvisados jueces americanos, al administrar justicia a los naturales por delitos o faltas que muchas veces son solamente imputados, empluman a diestro y diestro multas tan exorbitantes que escandalizan, y sin librar recibo; y parece que por mercantilismo hasta su código penal lo han transformado en una tarifa de multas: hechos que por ser públicos y notorios, son innegables.

Crean la Corte Suprema de Justicia y encomiendan su administración a los filipinos de su devoció, que después de todo, sedientos como están de justicia, estaban animados del mejor deseo de administrarla rectamente; pero tal vez, para hacer comprender al mundo entero que la justica administrada por los filipinos esta debajo de sus pies, dan el espectáculo de suspender en el acto, por medio de una orden del Preboste de Manila, unas diligencias importantísimas que estaba practicando en público el Juzgado en pleno del distrito de Quiapo; incidentes de esta naturaleza ocurren a cada paso en los demás Juzgados y aun en la misma Corte Suprema, por lo que se vieron en el caso de presentar más de una vez su dimisión, que no fue admitida. Pero a donde llevan hasta al ludibrio su desprecio, es a los infelices Jueces de Paz, a quienes se les obliga por turno concurrir diariamente al Prebostazgo para servir de vil instrumento de algunos americanos venales, quienes administran justicia a su capricho en nombre del desgraciado filipino. También hay que tener en cuenta que el Prebostazgo tiene igualmente Corte Suprema que conoce simultáneamente que la primera, asuntos, civiles y criminales; de modo que funcionan a la vez dos cortes supremas, y averigüe el diablo cuál de las dos tiene de hecho más supremacía.

Por último, crean el Cuerpo de Policía Filipina, tal vez como recuerdo de la nunca bien odiada y maldecida Guardia Veterana de la pasada dominación española; en tan corto tiempo de existencia, ya han martirizado a muchos inocentes y asesinado a algunos impunemente. He ahí la justicia administrada y vulnerada por la América imperialista en estas apartadas regiones.

Descendamos a las maquinaciones tramadas por los agentes imperialistas: éstos, en su afán de agradar al partido y embaucar inocentes, lanzan por los cuatro vientos cada canard que hace temblar el mundo, pero tan mal concebido y presentado, que hasta aquí no ha merecido más que profundo desprecio sarcástico. Indiferencia de propios y extraños. Y unos publican en sus respectivos periódicos supuestas rendiciones de tropas filipinas, muertes y asesinatos imaginarios de Generales y Jefes filipinos, desmoralización y división ilusorias de los filipinos en armas y tal cual provincia o pueblo inventados, piden !a soberanía norteamericana; otro-! corren de una parte a otra para hacer firmar un papel, en que, so pretexto de solicitar del gobierno americano, la expulsión de los frailes del Archipiélago; su objeto principal es reunir mayor número de firmantes para presentar al gobierno de Mac Kinley como prueba de sumisión de nuestro querido pueblo a la odiada dominación americana en estas islas. Afirmaciones tan gratuitas y procedimientos tan infames, no merecen siquiera los honores de la refutación, porque ellos mismos caen por su propio peso. El Presidente de la Comisión civil informadora Mr. Schurman, después de haber asistido y comido en algunos banquetes dados por filipinos en Manila y hecho un viaje de recreo por los puertos de Iloilo. Cebú, Negros y Zamboanga, regresa a los Estados Unidos, y al informar cerca de su gobierno de la situación política y moral de Filipinas, dice: «Que los filipinos están divididos en varias tribus salvajes, excepción hecha de unos cuantos ilustrados con quienes trató y comió en Manila, y por lo mismo no son dignos de tener un gobierno propio; sin embargo, dice, se les puede conceder la autonomía municipal bajo la soberanía americana. »Nosotros nos permitiremos hacer una pregunta al señor Schurman: si al cumplir su misión tan delicada, obró de buena o mala fe; sí lo primero, cometió la torpeza de publicar su crasa ignorancia en la historia de Filipinas, desacreditándose a sí mismo y a la nación a que pertenece, porque ni el más fiilipinófobo historiador contemporáneo hasta aquí no ha emitido opinión tan absurda como ridícula; si lo segundo, es decir, si obró con mala fe, sacrificó lo más sagrado del hombre, cual es la dignidad personal, porque sólo un desvergonzado puede tener el cinismo de lanzar a la publicidad un informe tan calumnioso que lesiona gravemente los sagrados intereses de un país. Fuerza es confesar que los prohombres del imperialismo, ébrios de inmunda ambición, descienden hasta convertirse en vil instrumento del partido a que pertenecen, y por eso el Almirante Dewey y el General Merritt, tan pronto dicen en público que los filipinos son más aptos que los cubanos para gobernarse, como afirman que son unos niños, y como a tales se les debe tratar, sólo porque sueñan con montes de oro en Filipinas: ambición y nada más que torpe ambición.

Tanta es la inmoralidad y corrupción del gobierno americano establecido aquí, que en tan corto tiempo que viene funcionando, ya se registran dos desfalcos en la Aduana, y otro en la Administración militar. De todo lo expuesto se observa que, mientras el gobierno americano predica la libertad, tiene amordazada la prensa, encarcela al que con nobleza y lealtad exponga en público su opinión sin adularles cobardemente; prohíbe el tránsito por las calles á todos los naturales
arriba de las ocho y media de la noche; declara contrabando de guerra los artículos de primera necesidad, como el arroz, sal, petróleo, tabaco, cigarrillo y fósforo, aún dentro de las líneas americanas. Se observa también que mientras asegura la fraternidad, echa a la calle a los empleados filipinos sin motivo justificado; atropella, saquea y fusila impunemente a honrados y pacíficos vecinos que están dentro de sus líneas; prende y encarcela por denuncia de cualquier malvado al más considerado e inofensivo ciudadano; absorbe y monopoliza escandalosamente todo comercio e industria, valiéndose de las circunstancias actuales y hasta de la fuerza armada, siendo los primeros prevaricadores las autoridades constituidas, empezando por el mismo Gobernador general Sr. Otis; tolera y consiente que una sociedad americana se vaya con la tropa en la toma de los pueblos para el exclusivo fin de comprar a los soldados los objetos saqueados a los vecinos, teniendo en la capital una casa establecida de este negocio tan lucrativo como sucio. Por último, mientras pondera lo sagrado de la justicia, la administra arbitrariamente, componiendo al que la demande con las para ellos sacramentales palabras Poco tiempo, sin castigar al reo (entiéndase, americano) ni ordenar la devolución de lo robado o saqueado; atropella la recta justicia administrada por filipinos, imponiendo su despótica autoridad.

Con tan incalificable y vergonzosa política, unida al erróneo y tiránico propósito del gobierno de Mac Kinley de subyugar con la fuerza de las armas a los diez millones de filipinos que defienden sus sagrados y legítimos derechos, es imposible de toda imposibilidad, establecer y garantir la paz en estas desventuradas islas, porque semejante procedimiento no puede conducir más que a encender el patriotismo de los filipinos, quienes convencidos de la justicia de su causa, resueltos están a derramar hasta la última gota de su sangre por ver realizado su sagrado ideal de independencia; pues sepan de una vez para siempre, que el pueblo filipino es humilde, prudente y sufrido hasta la abnegación, pero temerario hasta el sacrificio. El erróneo concepto que se tiene o se quiere tener del pueblo filipino es una de las concausas, a nuestro sentir, del proceder tan impolítico como arbitrario del gobierno de Mac-Kinley, y la otra es el malicioso desconocimiento de la situación política y moral de Filipinas, pues mientras algunos jingoes afirman con más ó menos convicción que la Revolución filipina es obra de cuatro mentecatos, ello es que está comprobado con hechos evidentes que es causa nacional y que todos rinden homenaje de veneración a un sólo ideal, que es el de nuestra libertad e independencia. A la sensatez, cordura e imparcialidad del pueblo americano, incumbe buscar la fórmula que, al par que garantice sólidamente los intereses de su nación, satisfaga cumplidamente las legítimas aspiraciones del pueblo filipino.

Empero, al investigar tan ansiada fórmula, es menester no dejarse halagar con las anunciadas victorias de la toma de algunos pueblos, que, a más de no constituir ni la milésima parte del Archipiélago, son más bien aparentes que reales, porque a excepción de Manila y arrabales, en todos los pueblos tomados, los destacamentos americanos están cercados por guerrilleros filipinos y en algunos no se atreven a sacar sus narices; así se explica que teniendo el ejército americano sus avanzadas a 40 millas del Norte de Manila, tengan que sostener frecuentes combates a las mismas puertas de la capital; además, comprendiendo el filipino la verdadera importancia de la campaña y en armonía con su resuelta actitud, adoptó y sigue adoptando el sistema de guerrillas y por esta razón les deja tomar el pueblo o pueblos que quieran tomar, porque está seguro que a medida que el ejército americano se interne por las provincias, correrá más peligro, como lo prueban los recientes hechos de armas. Por razones de alta política, por los propios intereses de la gran República, por la necesaria armonía que debe reinar entre sus intereses y los de los extranjeros, por la imposibilidad de evitar el imprescindible choque de los intereses del país con los suyos propios, por la mposibilidad de evitar y remediar a tiempo la corrupción y los consiguientes desaciertos del gobierno americano que se implanta en estas islas a causa de la distancia y natural encubrimiento de los partidos y por razones de equidad y justicia, no vemos más que una sola fórmula política que pueda resolver satisfactoriamente el intrincado problema filipino, y es el reconocimiento de la República filipina bajo el protectorado americano; fuera de esta fórmula, es muy difícil, por no decir imposible, restablecer, y menos garantir, la paz tan deseada por propios y extraños.

Carta del campo filipino.
AP. LYON.
Avanzadas filipinas de Manila, 22 enero 1900


Fuente: Filipinas Ante Europa


4. ¿La destrucción masiva de nuestro patrimonio fue planificada?