Manuel Bernabé y Hernández
FILIPINAS A ESPAÑA
I
La dulce Hija, postrándose de hinojos,
dice a la Madre, a tiempo que sus ojos
leve cendal de lágrimas empaña:
—Dios ha dispuesto el término del plazo,
y ya es la hora de romper el lazo
que nos unió tres siglos, ¡Madre España!—
II
¡Madre, sí, madre! Sobre mi haz tendido
va fermentando el anhelar dormido
y el germen abonado se agiganta;
la gratitud es flor del alma mía,
y no muere la clásica hidalguía
donde se irgue tu cruz, tres veces santa.
III
Puede venir el águila altanera
y hundir el corvo pico en la bandera
de gualda y oro, que nos da alegría;
podrán poner a mi garganta un nudo,
que cuando el labio se retuerza mudo,
irá a gritar el alma: "¡Madre mía!"
¡Dichoso instante aquél que vio a las olas
dialogar con las naves españolas,
llevando a Limasawa a Magallanes!
De entonces a hoy, portentos mil se han visto,
y es que el poder de España arraiga en Cristo,
manso y sin hiél, multiplicando panes.
I
Soberbio es tu ideal, como tu gloria.
Largos siglos ataste a la victoria
al carro de tu funesta monarquía.
¿Cómo no amar tu gesta no igualada,
si en las fronteras que humilló tu espada,
el gran disco del sol no se ponía?
VI
Mas, no es la espada omnipotente sólo
la que al brillar del uno al otro polo,
obró cien maravillas en el llano:
es la esencia vital de las Españas,
que al invadir palacios y cabanas,
prestó eficacia al ideal cristiano;
VII
Quien empuñó con varonil denuedo,
en los tiempos de Lope y de Quevedo,
«el cetro de oro y el blasón divino»;
quien sembró de fe en la individual conciencia
decoro en la mujer, que es otra herencia,
luz en las mentes y oro en el camino;
VIII
La que duerme arrullada por el cántico
de las ingentes olas del Atlántico;
la que empujó a Colón hasta la entraña
del mundo nuevo, que copió su hechura;
la que llevó a los pueblos fe y cultura
y auras de libertad... Esa es España.
IX
España, la invencible soñadora,
que monta rocinantes a deshora,
los toros lidia, viste la mantilla,
ama la jota y al danzón se entrega,
mas cuyo acero no es una hoz que siega,
sino arado que pone la semilla;
X
La patria de la vid y la verbena,
que fía a la guitarra su honda pena,
dominadora de la Argel moruna;
la que las tierras incas civiliza,
hidalgo pueblo, de otros cien nodriza,
única madre que meció mi cuna.
XI
Los claustros de tus Cuevas y tus Prados
noche y día miráronse atestados
de hijos nativos del saber amantes;
hiciste héroes y armaste caballeros,
y aun late en el cantar de mis troveros
la dulcísima lengua de Cervantes.
XII
¡Oh rica fabla espiritual! Simula
cordaje de una cítara que ondula,
—es blanda arcilla y música ese idioma,—
claro choque de perlas y corales,
remedo de los coros celestiales
que de Dios mismo su raigambre toma.
XIII
Si lloro, se unifica con mi llanto,
impregna hasta el kundiman cuando canto,
y es en la liza imprecación y alerta.
Podrán hurtarme mis veneros de oro;
pero, al perder tan singular tesoro,
es que habré sido traicionado, y muerta.
XIV
Rizal, Mabini, Del Rosario y Luna,
son vastagos comunes. La fortuna
dejó en su frente un evangelio escrito.
Si yo les di mi maternal entraña,
no empresa mía fué, sino de España,
fundir el alma en su troquel bendito.
XV
La Cruz de Arreehedera y Urdaneta
está en mis cielos, tabla es que sujeta,
cuando zozobra, al bien; porque a despecho
de las más encontradas ambiciones,
tu religión, tu fe, tus tradiciones,
han abrigo recóndito en mi pecho.
XVI
En el curso del tiempo, desenvuelto,
tú, España, volverás,—¿qué amor no ha vuelto?
presa en la red del propio bien perdido:
serás un ave, enferma de añoranza,
que va a volar cuando la noche avanza,
en dirección al solitario nido...
XVII
Si están ahitos de llorar tus ojos,
y en otros días te causara enojos,
la era de paz y de perdón se inicie.
¡ Oh, qué mejor que tras la despedida,
seamos como el agua, en dos partida,
que se torna a juntar en la planicie!
XVIII
Mientras la vista atónita vislumbra
la luz de redención en la penumbra,
e hijos del alma apréstanse a las lides;
¡vé, Madre! y digan valles y colinas:
«¡Gloria a la Madre España en Filipinas!
¿Loor eterno a ti ! Tú, no me olvides.»
HIMNO A RIZAL
Coro:
¿Quién es ése que sube al Oriente,
florecida y segada la mies?
Una patria corona su frente
y otra patria agoniza a sus pies.
Estrofa primera:
Es Rizal, el patrial superhombre,
niño a orillas del lago de Bay;
el Jesús trovador de una raza,
futura República del Sol oriental.
Carne indígena odiando la carne,
corazón más profundo que el mar:
su cerebro fué un mazo, y ya nunca
saldrán de sus huellas la espada, el sayal.
Estrofa segunda:
Convirtió sus dos libros en sátira,
y su sangre en la aurora de un sol,
y su muerte en la cruz que redime
a padres y hermanos, a un pueblo en embrión.
Ingerto hasta en sus médulas óseas
"una patria, una madre, un amor";
trilogía social que le diera
tres glorias: de mártir, de sabio y de dios.
Coro final:
¡Oh Bathala, Criador de Malasia!
¡Padre Luz del país colonial!
iNo prospere ninguna autocracia!
¡¡¡Sea libre el solar de Rizal!!!
RIZAL Y EL PUEBLO
Triunfo o derrota lo que fué, la historia
es el heraldo audaz de su grandeza:
vivió sin mancha y sucumbió con gloria,
vendiendo, por un pueblo, la cabeza.
Mientras haya rumores de cadenas
y duerma el agro en dolorosa inopia,
aquella sangre que alentó sus venas
habrá de arder en la tierruca propia!
Fué caída, entonces, necesaria;
su muerte, origen de una vida intensa.
Venza el César o Dios. Su hermano paria,
sin zozobrar un punto, lucha y piensa.
Y así estará. Cuando la aurora baje
sobre las ruinas de la edad desierta,
¡romperemos el ciego tutelaje,
en alto el brazo, el pensamiento alerta!
Diciembre, 1911.
A RIZAL
Fuiste pincel, fuiste buril divino,
y fué tu lengua un órgano cantante
que recorrió la escala de diamante
de veinte idiomas de armonioso trino.
Fuiste escalpelo que con grande tino
instauraba salud a cada instante,
y tu vida, modelo de estudiante,
dejó abierto a la luz nuestro camino.
Pero, sabio y artista, no te adoro:
te glorifico por tu libro de oro
que rompió yugos demoliendo imperios:
Así tu gloria al Porvenir se enlaza...
. . .¿Oyes? Son las campanas de la Raza
que resuenan en ambos hemisferios.
Diciembre, 1917.
SALUDO A LA BANDERA
(Para el Instituto de Mujeres)
I
Por entre los años y por los senderos
en que peregrino, el Hada Ilusión
ha puesto en mi mano, cual flor de luceros,
envuelto en radiantes divinos letreros,
mi azul pabellón.
II
El cielo nativo le dio sus colores,
que dicen los sueños de un alma oriental;
cintila en su fondo un sueño de flores,
y en el relicario de sus dos amores,
vive un Ideal.
III
El dulce ilang-ilang le da reciedumbre,
la nivea sampaga su eterno candor;
la Estrella del Pueblo le baña en su lumbre,
y ¡ es toda la Enseña graciosa vislumbre
de patria mejor!
IV
Desde que la tengo altiva en mis brazos,
claro es el camino que va al Porvenir;
Dios y Filipinas duermen en sus trazos,
y ¡es mi sueño único, atada a sus lazos,
con ella morir!
V
¡ Lienzo peregrino, que eres la alegría
porque eres la gloria de nuestra Heredad!
Concédenos tu alma claridad que guía,
y ¡ sé tú la misma que ondee en el día
de la Libertad!
VI
¡ Vive por los siglos, mientras nuestras manos
hilan día y noche la rueca vital!
Mañana la mano irá a los gusanos;
j sólo tú, oh alto Símbolo de ensueños humanos,
serás inmortal!
VII
Por entre los años y por los senderos
en que peregrino, rezo una oración
cada vez que veo, cual flor de luceros
envuelto en radiantes divinos letreros,
mi azul pabellón.
RESURREXIT
(A la Bandera filipina)
Hoy que de nuevo tornas, Bandera santa,
emergiendo triunfante de tus agravios,
el pueblo, como un hombre, caiga a tu planta,
y se unan a besarte todos los labios.
¡Cómo deben quererte nuestros abuelos
que un día te empuñaron cuestas arriba!
¡Cómo deben amarte los pequeñuelos
que nunca te miraron surgir altiva!
Como aquel niño mártir que defendiera
con sangre de sus venas la Eucaristía,
no hay fuerza que en los lares o en la trinchera
te arranque de mis brazos, Bandera mía.
Sean tu Thabor firme los altos montes,
como un pregón realista de libertades.
¡Tu gloria cubra todos los horizontes
y guíe a las futuras humanidades!
Junto a efigies de santos que, entre la calma
del hogar, dan sus dones, irgue esplendente.
Así, robusteciendo la fe del alma,
irá la fe de la patria que nos aliente.
Y cuando, paseando tu gentileza,
en amplias marejadas al aire vibres,
cantando el epinicio de tu grandeza,
irá la caravana de pueblos libres.
Y así, dueña y señora de tu destino,
cuando los vientos rocen tu augusta frente,
se impregnarán sus alas de algo divino:
la Libertad que baja sobre el Oriente.
Tú luces en tus plieges timbres ufanos:
tu azul es nuestro cielo sin nubes vagas,
tu rojez es la sangre de mis hermanos,
tu blanco es la pureza de las dalagas.
¡Reina sobre tu pueblo, sombra propicia,
y sea por los siglos tu revivir!
¡ Tu triunfo marque la hora de la Justicia!
¡ Sé el índice glorioso del Porvenir!
Haz de las democracias tu única gloria.
Si alguna vez ya grande te enseñoreas,
buscando nuevos pueblos para tu historia,
Bandera, no te quiero. ¡Maldita seas!
Octubre, 1918.
19 DE JUNIO
¡Oh, fuerza evocadora del momento I
i Oh, el día más solemne de los días!
¡Loado tú, que viste el nacimiento
en una edad sin luz, del gran Mesías!
¡ Rizal! Mientras tu madre te acunaba,
sollozando un kundiman filipino,
i cuan dura la cadena que arrastraba
tu Patria, digna de mejor destino!
Ya de la tierna infancia en los albores,
haciendo del saber primer acopio,
dijiste que el amor de los amores
era la libertad del solar propio.
Nadie torció tu vocación. ¡ Malhayan
los ruines que empolvaron tus doctrinas!
La sangre que vertiste en Bagumbayan
tiñó de fuego el sol de Filipinas.
Tu obra de amor y libertad persiste,
y es llama viva entre los patrios lares.
Al recordar el día en que naciste,
su dios te aclaman todos los hogares.
En las preces del alba te invocamos,
bajo las sombras tu virtud nos guía;
y, al pie de tus altares, esperamos
el santo amanecer de un nueva día.
El áureo germen que la tierra entraña
fruta madura es, no ansiedad quimérica;
tu voz que un tiempo resonó en España,
ha despertado el corazón de América.
i Junio, mes de los signos lisonjeros,
que nos diste en Rizal savia de ideas!
; Gloria a ti, por los siglos venideros!
¡Toda la eternidad loado seas!
1924
A MI BANDERA
¿ Dónde estás, mi Bandera, que no ondeas
sobre las altas cúspides bravias ?
¿por qué no vuelves como en otros días
a ser palio de luz de las ideas?
Flota en la cumbre azul. Quiero que seas
amor de Ibarra, inspiración de Elias,
ángel que lleve santas alegrías
en cada amanecer a las aldeas.
Cuando retornes tú, Bandera fuerte,
su blanco traje vestirá la Raza,
—¡prenda, cuando más vieja más querida!—
Y a ti enlazada le verá la muerte,
¡ como un alma doliente que se abraza
al Ensueño más grande de su vida!
Octubre de 1919.
ANTE LA TUMBA DE RIZAL
¡ Somos los mismos! De la sien doliente
emana aún, al golpe del sicario,
nuestra sangre oriental, siempre caliente.
Aun sentimos el peso milenario
de un grave fardo, sin tener en frente
más visión que la triste del Calvario.
Aun el gemido de los parias zumba,
aun el ave rapaz grazna y anida
en este árbol moral que se derrumba;
y en su inútil dolor, de muerte herida,
prefiere a renacer, hallar su tumba,
esta generación entristecida.
Y ¿hasta cuándo, hasta cuándo, en su deseo,
el pueblo rudo,—eterno Prometeo,—
verá la luz y borrará sus huellas;
y abriendo al fin los negros horizontes,
tremolará por valles y por montes
la bandera del sol y las estrellas?
Rizal,—lo sé,— tú has muerto; y con tu muerte
de Redentor, cumpliste tu destino;
mas al matar del suelo filipino
un germen vil, por lo viciado, inerte,
fecundastes en medio del camino
otra semilla más vital, más fuerte.
Por eso, a veces, el dolor me ciega,
al ver mi Patria, que a su afán se entrega,
sin fe, sin ideal, sin esperanza;
al sorprenderla en afanosa brega,
cómo entre sombras sin cesar avanza,
y avanza en vano, porque nunca llega.
Hoy no es ya reacción, hoy es ya un crimen
sacar a flote férvidos empeños
de aquellos pueblos que inocentes gimen;
y otros quizás más locos, más pequeños,
en medio de su inercia y de sus sueños,
se irguen, se transfiguran, se redimen.
Al ver las huellas de la edad presente,
en medio de estas explosiones de ira
que colocan a hermanos frente a frente;
en medio del hedor que se respira
en esta sociedad indiferente,
toda desolación, toda mentira;
De estos lagos de crápulas y orgías,
que confunden las noches con los días,
de este inmortal e insoportable yugo,
que ni el esclavo ni la historia han visto,
se ha de herir el laúd de Víctor Hugo,
se ha de empuñar el látigo de Cristo.
¿Y por qué no?—La religión no medra;
y el despotismo a la impiedad se abraza
cual a la tapia destructora hiedra...
. . . ¡ Cómo en tan pocos lustros de mordaza
no ha quedado ni piedra sobre piedra
del templo secular de nuestra raza!
Sacerdote de apóstrofos y apodos,
¡cuál tronara mi acento sobrehumano
contra ésos sin amor hijos beodos,
que ni ante el nombre de su muerto hermano,
un momento siquier, se abrazan todos,
un momento siquier, se dan la mano!
¡ Malditos los imbéciles y estultos,
que alimentan en alas del cinismo
la impúdica ambición de los tumultos;
y como Judas, de avaricia llenos,
venden al pueblo, al Mártir, y a Dios mismo
por treinta sueldos, y . . . por mucho menos!
No triunfarán; porque a Bathala plugo
que ostenten los eunucos en su frente
la maldición eterna como yugo.
La fuerza que traiciona, es impotente;
y la raza en sus vicios más latente,
halla hasta en los disfraces su verdugo.
¡ Bien hayas tú, Rizal, hermano mío,
que ya en el polvo impenetrable y frío,
duermes el sueño postrimer del hombre!
De esta lucha mortal saliste ileso:
duerma tu alma tranquila, bajo el peso
que te diera, al morir, tu mismo nombre.
30 de Diciembre, 1907.
RENACIMIENTO FILIPINO
I
¡Dios uno.y trino, Padre que culminas
por sobre el oleaje de las cosas,
Señor, que las ventiscas avecinas,
como una catarata diluviana,
a las disoluciones pavorosas,
de esta casta macabra y prometeana;
II
Hoy que absorben nuestra onda ya ascendente,
con la fastuosidad delicuescente,
—pecado original de los plutócratas,—
Dios jeffrieano, cuyos manes vienen,
a envolver a los rubios y demócratas,
en piel igualitaria, que no tienen;
III
Que identificas a Colón y Américo,
por un milagro tuyo, como crismas
colonias de carácter isomérico;
i disipa los pecados capitales,
las tendencias en auge de las mismas
repelentes babosas imperiales!
IV
El portalira que vació la Gloria
de la Dominación y de la Raza,
desteje una plegaria monitoria.
El vive del afán de que la gresca,
que es a modo de olímpica amenaza,
del mapa tropical desaparezca. I
En esta marejada americana
es de mirar nuestra actitud interna,
i que es la actitud de la piedad cristiana!—
; Haz tu latría patriarcal un hecho,
porque cualquiera sociedad moderna,
vegeta a la intemperie del cohecho!
VI
El olor de la carne es como una
superna tentación. Y, ¡cómo integras
a la triste que fué de Sikatuna!
¡ Oh! Los lobos aullan. Y yo asisto
a la energía de las manos negras,
y a la profanación de Jesucristo.
VII
Mas, no ha muerto. ¡ Mentís! De los escombros,
clarineará a los hijos de la aurora,
la era de libertad, llevando en hombros
las tablas de la paz republicana,
y proclamando la sirena mora,
los salmos nacionales de mañana.
VIII
El porvenir es de él. Suya es la alianza
de autonomía y democracia; y suya
la descendencia que al futuro avanza;
y como Dios a quien juzgó Pilatos,
cuando el éxodo irónico concluya,
vendrá a juzgar a todos los ingratos...
IX
Hoy que resuella el habitual orgullo,
en este aristo y potencial murmullo,
como una sinalefa estrepitosa;
hoy que el retorno hacia el Azur de almas,
espolea a la virgen y la esposa,
en protesta de bocas y de palmas;
X
Hoy que nuestro limbás, de los añejos
peldaños del Makíling, se encamina
a dialogar con la ave neoyorkina,
y en la magnificencia de la cita,
diría al ave con amargos dejos,
su pena errante y centenaria cuita;
XI
Mis ojos desenrollan, y tal Argos,
sus prismas telescópicos, en torno
de los relieves ampliamente largos;
y veo aquí y allá; sorda carcoma,
riéndose de Ibsen, ante el bochorno,
de la causa común que se desploma;
XII
Las aves de rapiña en el pináculo,
de egregias pompas; Baltazar afirma
su pie de bronce sobre el tabernáculo.
¡ Oh, el siglo, en fin, de la aviación y el oro!
Morfológico siglo, que confirma
la leyenda empolvada del decoro!
XIII
i RENACIMIENTO FILIPINO! Late
la excelsitud de cielos y crepúsculos
en esta admonición para el combate...
Grande es el ideal de vuestro cántico,
pero son reductibles vuestros músculos
e inútil el atrevimiento atlántico...
XIV
Haced en el dolor un solo esfuerzo,
de millones de proles de Malasia,
y la vitalidad del Universo!
Monroe extinto surgirá. Y de un salto
sobre el dorso del Sol que aquí se espacia
tocaremos las plantas de lo Alto...
CANTA, POETA
A Salvador Rueda
Embajador de Madre Hispania. Alzo la copa
a lo alto del Ensueño por la salud de Europa,
ia Europa, uncida al yugo del Hado militar,
bautizada con sangre por aire, tierra y mar,
la Europa que ha rencores de hermanos entre hermanos.,
pero jamás de bardos indios y castellanos,
porque es la onda que corre por la arteria del verso
piélago de armonías que,baña el Universo.
La España de hoy es sorda a irrumpir de metrallas,
ahita de laureles en cesáreas batallas,
no quiere ya ser cuna del Cid y de Pelayo,
de la Armada invencible, los Tercios, Dos de Mayo,
la que hizo de los pueblos haz de suelo español,
en que no se ponía la hipérbola del sol.
Ramo de olivo porta en sus divinas manos,
que no quieren teñirse en sangre de cristianos,
y así, mientras la Europa riñe feroz contienda,
en la paz de su domo, ella labra su hacienda,
también como guerrero, de acero no humillado
que alegra la vejez, mirando en el pasado...
Ese es el pueblo tuyo, que canta Diplomacias,
del Rey Alfonso XIII, flor de las democracias
que, con la unción del Reino, te entregó el estandarte
para que tu voz fuera en mi indiano solar
el reparto y renuevo de un amor secular,
(el árbol que la entraña de nuestro bosque cría
en cada retoñar acrece su ufanía)
para que tu voz fuera el aviso y la proclama
de que el idioma hispano no muere, pues se le ama,
y España es Madre que no olvida a la hija ausente
a quien dio sangre e idioma en un rincón de Oriente,
y de que es ley que el vínculo espiritual exista
por cima del Destino, del Tiempo y la Conquista.
Heraldo de grandezas de la Matrona ibérica,
que pulsaste la cítara en la española América
y envuelto entre los pliegues de su argentino manto,
volcaste toda el ánfora de tu lirimo santo,
consiguiendo, al arrullo de la fabla rimada,
lo que soñara en vano tiranizar la espada:
Tú, que al partir de Cuba, inclinada la frente,
cogiste tierra "para besarla eternamente",
lee en el libro abierto de mi Naturaleza,
donde es panal la Vida y otro dios la Belleza:
donde, como en un pórtico de Bienaventuranza,
encontrarás a cada aurora una esperanza,
y en la mujer, la flor, el nido y los alcores,
oirás la sinfonía de todos los amores.
El cielo, siempre azul, sin mácula ni daño,
que da eternal cobijo al propio y al extraño;
los árboles ciclópeos, que alzan la copa al cielo
y hunden, por defenderse, la raigambre en el suelo.
tutelar y simbólico de la Paz y del Arte,
de corteza tan amplia, que mide la cintura
de tres gigantes de descomunal figura:
el Apo y el Maküing, el Taal y el Mayón,
de fraguas encendidas, como un gran corazón,
incensario de fuego hirviente en el altar
de la Patria, como un eterno luminar,
como idea que salta del crisol de tu mente,
como el anhelo indígena de ser independiente;
la flor que aroma, el ave que trina, el río en calma,
como en el laberinto de sus dudas el alma,
te brindará su encanto la paz de los cañales,
desatarás tu rima bajo espesos mángales,
te pondrán en el cuello un collar de sampagas,
la flor amada de las vírgenes dalagas...
verás, al fin, un breve edén en el planeta,
que no pudo jamás soñar ningún poeta.
Canta, poeta, canta. Pienso, y no es desvarío,
oue ha de inmortalizar tu canto al pueblo mío.
A MAGALLANES
I
Por tu gran historia, por tu gesta fuerte,
porque tu supieste vencer a la muerte,
cabalgando sobre las olas del mar;
porque nos trajiste la flama española
y porque a tu paso se abriera la ola
y el cielo insinuara su risa estelar;
II
Cíñete las rosas de nuestros jardines,
mientras mis corceles de apolíneas crines,
como los pegasos, brincan en tu honor.
Este es el divino país de leyenda
donde, hace tres siglos, alzaste tu tienda
que guardando viene Dios, Nuestro Señor.
III
¡ Señor, que en un día de claras locuras,
lanzaste tus naves, y entre las negruras,
honrando la espada, trajiste la cruz!
El sol de aquel día que dejaste España
es, señor, el mismo que ahora nos baña
y llena los trópicos de incendios de luz.
IV
No hay más que tu raza de sangre fecunda,
la raza de aquella Isabel Segunda,
que hizo de los pueblos la constelación.
Ubérrima raza que engendró titanes,
la misma que trajo a nos Magallanes
y envió a las Américas la nao de Colón.
V
No hay más que tu raza. No ha sido tan sólo
tu genio el que, abriendo las puertas del polo,
arrancó al mar indio la perla insular.
Fué el maravilloso imán del Destino,
"el cetro de oro y el blasón divino",
que unía a sus glorias un ansia de amar.
VI
¡ Ira sagitaria, cuánto mal hiciste!
¡ Vana trayectoria la que recorriste!
i Reivindicadora isla de Mactán!
Si el audaz venablo hirió a Magallanes,
han venido nuevos claros capitanes
con sangre y tizona de aquel Capitán.
VII
Es la coruscante cadena de gloria,
troquel diamantino, lampo de la historia,
raudos galeones de un ensueño en pos;
manos que se agitan buscando otras manos,
bautismo de sangre de indios y de hispanos,
beso de dos razas que bendijo Dios.
VIH
Como vía-láctea que el cielo constela,
desfila a tus ojos el templo, la escuela,
todas las conquistas en fresco sartal;
vastagos limpísimos de tan áureas vides,
buscan a los hijos de Alfonsos y Cides
los conciudadanos del mártir Rizal.
IX
Mientras Filipinas su futuro labra
en agros y en urbes, es aun tu palabra
la que santifica boca y corazón.
¡ Déjese a la Historia juzgar el pasado!
¡ Amemos a España que nos ha enseñado
a acelerar la hora de la Redención^
X
La aurora despunta. Vírgenes y ancianos,
mirando a los cielos, alzan en sus manos
la patria oriflama de estrellas y sol.
¡Salud, Argonauta! te aclama tu gente.
Somos, por tu genio y Dios, en Oriente,
un pueblo de libres, un pueblo español.
Enero de 1921.
A CERVANTES
El amor no es locura de Quijotes
ni estéril toda humana tentativa,
no es el mortal histrión de menosprecio.
¡ Salve a ti, que entre cuerdos y entre zotes
de linaje inmortal, de timbre recio,
al Amor diste encarnadura viva,
a la Audacia geniales caracteres,
que buceaste en la divina entraña
de la quimera universal, tú que eres
el glorificador de las mujeres
y las andanzas y el valor de España.
* * *
¿Quién en la historia como tú? ¿Qué humano,
qué genio, qué blasón, qué ejecutoria,
a la sombra del lábaro cristiano,
ha de violar las nieves de tu gloria ?
Ante el poder espiritual que viste
tu alma hecha luz, ¿qué otro poder resiste?
¿ Qué poderío habrá de polo a polo
que pueda decrecer tu poderío,
si los demás son sólo
aventada ceniza en el vacío?Fué en la época de oro de tu Raza.
¡Cómo el recuerdo a tu grandor se enlaza!
La Cristiandad miraba complaciente
cómo a sus pies la Humanidad dormía
de eterno subyugada,
cuando del Septentrión al Mediodía,
del norte al sur los pueblos redimía
la Cruz, en maridaje con la Espada.
Y España, la soñada del profeta,
que es la nación más grande del planeta,
que abrió las tierras, deslindó los mares,
que encontró al mundo a su sitial pequeño,
y hoy, al través de su esplendente vida,
ha de arrugar el ceño,
dama de eterna juventud, dolida
de la suerte de ser incomprendida;
aquella España sujetó la esfera,
y mientras una mano aventurera
ejecutaba las empresas grandes
arrastrando al león hasta los Andes,
la otra estampaba en las humanas gentes
el signo de la cruz sobre las frentes.
* * *
Mas, ¿qué vale adquirir hegemonía
y complacerse en bélicos despojos
si, cual las olas de la mar bravia,
los fueros de humana monarquía
vienen y van, nublando nuestros ojos?
A los tiempos presentes y distantes,
¿qué valen las conquistas resonantes
de Felipe Segundo,
ante la España que dejó Cervantes,
fuente y aduana espiritual del mundo?
Tres siglos ha. La Cristiandad aliada
armóse contra el turco, acaudillada
por un doncel bizarro, en cuya arteria
hierven sangre y alientos de la Iberia.
El sol de Media Luna
se oscureció en Lepanto eternamente,
y Juan de Austria, rehén de la fortuna,
como otro sol, al sacudir la frente,
se vio de luz y lauros coronado.
A la aurora siguiente,
de glorias ebrio y de lidiar cansado,
fué a pasear su regia lozanía
a bordo de una hispánica galera,
y allí, en el vago resplandor del día,
vio cómo en el sollado,
mezla de pudridero y de pesebre,
luchaba con el hambre y con la Intrusa
mustio, sin brazo, presa de la fiebre,
anónimo soldado,
también como él de pelear cansado.
* * *
¿ Quién que tu rostro escarnecido viera
podría predecir lo venidero?
¿Quién, entre tanta lástima, dijera
que de acre rincón de la galera
ibas derecho al inmortal venero,
y que luego, al través de las edades,
las campanas de todas las ciudades
cantarían unánimes tu gloria,
mientras a solas con tu libro invades
el Hogar y la Cátedra y la Historia?
¡ Nunca pudo la fuerza con la idea!
Ante la luz que irradia la Odisea,
ni al mismo Milón canto:
cabe el áureo Quijote o Galatea,
sombra es no más el Héroe de Lepanto.
* * *
Leí cien veces tu evangelio escrito
y aun el patrón de tu ideal persiste,
como un molde vaciado en lo infinito
en el mundo carnal en que viviste.
La locura divina del Quijote,
la lanza en ristre y cabalgando al trote
del Rocinante, es mal antiguo y nuevo
y a modo de la hiedra trepadora,
afinca su raíz en la conciencia,
y es tan santa dolencia
que no hay mortal que no la lleve ahora.
* * *
Tu Quijote, no el libro hurtado en vano
por una vocinglera medianía,
sino el que tú escribiste con la mano
que te dejó tu clásica hidalguía,
acendrada con hiél de cautivarios
que en tus Baños de Argel eterna gime,
es el lazo que entrambos hemisferios
en un amplexo espiritual vincula,
que robustece el sandugó sublime
pactado por el nauta y Lakandula,
arco que hasta en los trópicos ondula,
puente que por los mundos se levanta,
engarce de oro de un común empeño,
cien estirpes volando en Clavileño,
torre» no de Babel, en cuya planta
la humanidad su sinrazón redime
diciendo voces de única garganta...
* * *
A esta hora en que las almas,
—fragmentos mil de una cadena sola,—
rompen en una vibración de palmas
en la añeja Pacífida española,
te doy gracias, señor, porque comprendo
que, rotos ya los primitivos lazos,
el tronco colonial hecho pedazos
y deshecho el altar de la materia,
sólo le queda al pueblo filipino
la tabla del idioma cervantino
para ganar a su perdida Iberia.
Abril de 1916.
A QUEZON, GLORIA
I
QUEZON: decir tu nombre,
es tributar un cántico solemne y honorífico
al mérito, al trabajo, en loa al patrio amor;
Eres el Indio-Hombre,
que, en legación de patria, vas salvando el Pacífico,
regando en Yankilandia el árbol redentor.
II
¡Quezon, prez de las Islas!
El Pueblo, por mi boca, te inciensa, y entrelaza
su corazón al tuyo, agradecido a ti.
Como Moisés legislas,
y vienes de la América, Caudillo de la Raza,
como Moisés bajando del monte Sinaí.
III
¡Quezon, lucha en buena hora!
En el azul borroso del trópico, oportuno
se restituye el día de la emancipación.
Ya resplande la aurora.
¡Hermanos! batid palmas al ídolo, al tribuno
que anuncia y apresura la ansiada redención.
IV
¡Paladín integérrimo! La región pampangueña
confía inamovible en tu vital campaña,
porque ha vaciado en ti su incólume ideal.
Vé a tremolar doquiera la nacional enseña;
si brazos a millares se armaron contra España,
el tuyo es hoy bastante para acabar de un golpe con la tutela actual.
18 de Octubre de 1912.