Cecilio Apóstol
AL "YANKEE"
¡Jamás! Cuando la fuerza
con la traición y la injusticia pacta,
para aplastar los fueros,
los sacrosantos fueros de una raza;
Cuando los hijos del infame Judas
venden la fe jurada;
cuando al gemido de los pueblos débiles
contestan con brutales carcajadas;
Cuando el santo Derecho se trucida
en el festín de la ambición humana;
cuando como los yankees,
a cañonazos brindan una patria;
No es posible callar: la Patria opresa
protestará indignada,
y en el pecho traidor del enemigo
esconderá el puñal de su venganza.
EI irredento pueblo
sucumbirá quizás en la demanda.
mas sólo a su cadáver
se logrará imponer coyunda extraña.
¡Yankee! Si tú nos vences,
con el potente empuje de tus armas,
no vivirás dichoso, porque te odia
hasta el ambiente mismo de mi Patria.
¡Yankee! Si mis estrofas
logran sobrevivirme, sus palabras
vibrarán en los siglos venideros
el odio eterno del eterno paria.
Julio, 1899.
A España Imperialista
Y mientras en Europa tiene un festín la "Intrusa"
y los vetustos pueblos son como inmensas piras.
España, fabricante de las más fuertes liras,
desde el castillo en donde la hostilidad rehusa,
amante nos recuerda enviándonos su musa.
Gracias, oh madre antigua, por el presente regio
que a la abundancia sumas de tus pasados dones.
¿Qué más que la embajada de tu poeta egregio,
qué más que su exquisito y vasto florilegio
para sellar afectos y sugerir uniones?
España : está en el mundo tu alta misión fijada;
en sueños de conquista tu acción total se inspira:
tu historia está en América, en Flandes y en Granada
Ayer fundaste reinos por medio de la espada.
Hoy vuelves a ganarlos por medio de la lira.
En la extensión del tiempo aquel sueño aquilino
que presidió las huestes del Quinto de los Carlos,
en forma renovada, prosigue su camino.
Si a pueblos de tu raza no intentas sojuzgarlos,
sus rumbos enderezas hacia un común destino.
Yo admiro el alto vuelo de tu ideal conquista
que, alzándose del Iodo de la mortal miseria,
abarca el mundo hispano con ojo imperialista,
y aspira, por la magia del sabio y del artista,
a establecer las bases de una mayor Iberia.
España: nos desune del piélago la anchura;
también la propia sangre de ti nos diferencia.
Mas tuyo es nuestro idioma, es tuya la cultura
que a remontar nos lleva tu nacional altura,
que nutre el santo anhelo de nuestra independencia.
Y si, por rasgos étnicos, en gran desemejanza
de tu linaje insigne nuestra nación está,
sabemos que, al principio, para pactar su alianza,
juntaron y bebieron, a la nativa usanza,
sus sangres, en un vaso, Legazpi y el Rajáh.
Madre de veinte pueblos que hablan tu hermoso idioma,
yo te saludo en este tu embajador poeta
y ansío que tu sueño, análogo al de Roma,
lo vivifique un mundo que te ama y te respeta
y eterno sea el triunfo de tu vital axioma.
Vivir es renovarse. De tu pasada gloria
el canto repetido tu acción jamás empaña.
España ya está libre; no hay moros en tu entraña.
Renueva el viejo grito que truena por tu historia
y di al patrón heroico: — ¡Santiago, y abre España!
Abre España a las nuevas corrientes de la vida,
abre España al abrazo de sus hijos dispersos
y surja del Pirene, como hostia bendecida,
el sol de un culto unánime, en el que adore unida
la progenie del inca de los cultos diversos.
Bendito será el día en que a la vida brote
del suelo de Pelayo un nuevo y fuerte imperio, ¡
que pase de Galicia, que pase del islotes
de Gibraltar, el día en que medio hemisferio
raye con larga sombra la lanza de Quijote.
Septiembre, 1915.
PATRIA
No eres tan sólo la visión noctámbula
de mis noches de fiebre y nervosismo:
eres algo real, algo que sangra.
como un girón de carne del vencido.
Te vimos en el alba de tu gloria,
ceñir el lauro de los pueblos libres . . .
Te vimos . . . ¡pero tú no has muerto! Vives,
con no menos grandeza en la denota.
Vives siempre en las almas de los tuyos,
los que, al verte caída, no te huyeron,
los que no han desertado de tu culto
ni dan más pleitesía que a tus fueros.
No morirás. Los mismos que te niegan,
sintiendo el torcedor de las conciencias
en sus conciencias lóbregas te viven,
a pesar de que te odian y persiguen.
¡Patria, sagrado amor, fuego inextinto,
consérvanos tu aliento en el combate,
a los que ansiamos tu mejor destino,
oh Patria desgraciada y siempre grande!
MARCELO H. DEL PILAR
En su vida, la más emocionante
fué la hora en que, inválido y maltrecho,
llegar sentía su postrer instante
bajo la paz de hospitalario techo.
Todo el esfuerzo sólido y brillante
que puso en defender nuestro derecho,
sus luchas de escritor y laborante
con él finaban en prestado lecho.
Tuvo Rizal en su gloriosa muerte
bello escenario; Del Pilar moría
— ¡oh trágicas crueldades de la suerte! —
tras la miseria que colmó su daño,
lejos de su familia en su agonía,
en un triste hospital y en suelo extraño.
AL HÉROE NACIONAL
¡Heroe inmortal, coloso legendario!
Emerge del abismo del osario
en que duermes el sueño de la Gloria.
Vén: nuestro amor que tu recuerdo inflama
de la sombrosa eternidad te llama
para ceñir de flores tu memoria.
lista es la fecha, el día funerario,
en el cual el tirano sanguinario
te hizo sufrir el último tormento,
cual si, al romper el ánfora de tierra,
la esencia que en el ánfora se encierra
no hubiera acaso de impregnar el viento.
¡Cuánto te debe el pueblo! En tu calvario
eras ayer el astro solitario,
que alumbraba los campos de batalla,
la dulce aparición, risa de cielo,
que infundía a los mártires consuelo,
valor al héroe y miedo a la canalla.
¿ Quién no sintió huidas sus congojas,
repasando tu libro, en cuyas hojas
la popular execración estalla ?
Hermanando la mofa y el lamento,
vibra indignado en su robusto acento
el silbo agudo de candente tralla.
Quizás en tu ostracismo voluntario
juzgabas que era empeño temerario
manumitir nuestra oprimida raza.
Mírala hoy: es virgen arrogante,
que con la augusta Libertad, tu amante,
en un amplexo fraternal se enlaza.
Caíste como fruta ya amarilla,
pero cayó contigo la semilla.
Ya es una planta vigorosa el germen;
ha medrado en el surco de la senda,
y, libres ya de la mortal contienda,
bajo sus ramas tus hermanos duermen.
Duerme en paz bajo el mármol cinerario,
que nuestro afecto convirtió en santuario.
Tú vivirás inacabable vida;
tu recuerdo, tras mil generaciones,
lo inmortalizarán las bendiciones
de un pueblo que a sus mártires no olvida.
¡Duerme en paz en las sombras de la nada.
Redentor de una patria esclavizada!
¡No llores de la tumba en el misterio
del español el triunfo momentáneo,
que si una bala destrozó tu cráneo
tu idea, en cambio, destruyó un imperio!
* * *
¡Gloria a Rizal! Su nombre sacrosanto,
que con incendios de Tabor llamea,
en la mente del sabio es luz de idea,
vida en el mármol y en el arpa canto.
El enjugó de nuestra Patria el llanto;
su verbo fué la luminosa tea
que, alumbrando el fragor de la pelea,
dio fin a nuestro secular quebranto.
Y al vago anhelo nacional sentido
vierte tu llanto, oh pueblo redimido,
por el amargo fin del gran Patriota.
Y hoy que en los aires la tormenta zumba,
¡no salga ni un quejido de su tumba,
al verte, oh pueblo, nuevamente ilota!
30 de diciembre de 1898.
A LOS MÁRTIRES ANÓNIMOS
DE LA PATRIA
Sacerdotes del templo de la Idea,
cantores de las glorias de mi Patria,
vosotros que sabéis con vuestras trovas
penetrar en el fondo de las almas;
bajad a la región de las angustias,
vestid las liras de funéreas gasas
y entremos en los vírgenes boscajes
y trepemos las ásperas montañas,
donde yacen sin piedras y sin cruces
mil tumbas ignoradas.
Muere el sol: es la hora del misterio,
la hora en que se buscan y se abrazan
las tristezas del alma y las del mundo;
la hora en que despiertan las nostalgias
y duermen los ensueños,
en que las almas a la tierra bajan
en el rayo sutil de las estrellas
y nadan en las ondas de las auras;
son pupilas de fuego en los pantanos,
hilos de luz que cuelgan de las ramas,
hilvanando sonidos inconexos,
amasijo de llantos y plegarias.
¡Héroes sin nombre, mártires oscuros,
beneméritos hijos de la Patria!
En las fauces abiertas de las grutas,
del bosque en las revueltas y marañas,
bajo el cristal de los dormidos lagos
y en el abismo azul de las cascadas,
yo busco los sepulcros
en que dormís el sueño de las almas.
¡No los encuentro! ¡El rayo de la luna,
la tórtola que gime solitaria,
ellos sólo sabrán de vuestras huesas!
¡Quién sabe l En el fragor de la batalla,
con vuestra sangre que regó los campos
se escribieron quizás las áureas páginas,
las más brillantes de la patria historia.
¡Nadie os conoce ni el recuerdo guarda
de cuando abandonasteis vuestros lares
para buscar en las contrarias balas
los besos de la gloria!
Por eso que al cruzar por las llanadas,
al perderme en los vírgenes boscajes.
vuestras oscuras alas
acariciaron mi abrasada frente.
Os vi pasar en fúnebres bandadas.
como nocturnas aves,
como coro invisible de fantasmas,
entonando salmodias de ultratumba,
en que la rabia y el pesar estallan;
maridaje de gritos y quejumbres.
estrofas de dolor aún empapadas
en la sangre caliente del combate.
¿Qué reclamáis? ¿Pedís nuestra venganza?
¡Surgid I Os llama del sepulcro el Cristo,
el genio vencedor de nuestra raza
para mostraros que la Patria es libre,
libre como los vientos, como el águila,
como el ave que anida en nuestros bosques.
¿Imploráis la oración de nuestras almas?
¡La Patria no os olvida!
En medio de sus triunfos os consagra
una lágrima, un rezo, un pensamiento,
que de nuestros cerebros se levantan
y, vestidos de fúnebres ropajes,
en vuestra soledad os acompañan.
¡Sombras augustas de ignorados héroes,
gigantes salvadores de mi raza!
¿Descansáis en las fauces de las grutas,
del bosque en las revueltas y marañas,
bajo el cristal de los dormidos lagos
0 en el abismo azul de las cascadas?
¡Nadie lo sabe 1 Pero cuantas veces,
enante por las ásperas montañas,
0 perdido en los vírgenes boscajes,
junto a la tierra removida bailaba,
solas y enfermas, amarillas flores,
¡no las violaba nunca con mi planta!
¡Eran quizás las almas de los héroes
que emergían de tumbas ignoradas
para sonreír al cielo de mi tierra
o para ver si el sol de la Malasia
con lágrimas de fuego
aún de mi Patria la opresión lloraba!
¡Héroes sin nombre, mártires oscuros,
beneméritos hijos de la Patria!
¡Adiós! . . . Los astros, hijos de la noche
van condensando su claror de plata.
¡Volveré! . . . En tanto, al rayo de la luna
y al ave solitaria
que los lugares que habitáis conocen
decid, almas hermanas,
que vine a deshojar en vuestras tumbas
la humilde flor de mi primer plegaria.
1898
R I Z A L
Cuántas veces la insania de los hombres
erigió las mentiras en verdades I
El error es así: cambia de nombres,
pero es el mismo en todas las edades.
Los siglos pasarán; y la estulticia
seguirá como en épocas luctuosas,
quitando a la Verdad y a la Justicia
el imperio en el orden de las cosas.
Se halla haciendo del mundo un escrutinio,
un aspecto del mal, un mal profundo:
el tirano que sigue en su dominio;
la tiranía, emperatriz del mundo.
Dios, que todos los males ha previsto,
no consiente ni déspotas ni ilotas.
Para salvar al mundo nace Cristo :
muerto Cristo, nacieron los patriotas.
Y patriota es Rizal: en un corimbo
brotó con esas flores idearías;
las ciñe el resplandor de un solo nimbo,
el nimbo de las glorias libertarias.
Para su gloria y para gloria nuestra,
no fué sólo un Patriota legendario :
apareció también en la palestra
con el laurel del héroe literario.
La conclusión que no temió el escándalo,
se estremeció al oír la voz tenante
del arpa que pulsó, arpa de sándalo,
incorruptible y a la vez fragante.
Jamás un cortesano ditirambo
dijo su musa: varonil y adusta :
eran su estrofa, a y su valiente yambo
para la Patria y la Verdad augusta.
Arrancó de su alas aquilinas
una pluma evangélica, mojada
en sangre de las almas filipinas,
que al par sirvióle de cincel y espada.
Como el diamante, dura y luminosa,
de esa pluma brotaron al ensalmo,
con la queja la risa dolorosa;
con la bizarra imprecación, el salmo.
Y la Patria que el héroe iluminara,
con el sol de su genio no común,
lloró con la ideal María Clara,
protestó con el alma de Simoún.
¡No bastó, sin embargo, tal empeño:
más sacrificios requirió la obra.
La libertad de un pueblo, el más pequeño,
sin réditos de sangre no se cobra.
Cumpliendo con la ley del fatalismo
que impone al redentor la Providencia,
para sacar al pueblo de su abismo,
pagó Rizal el precio : su existencia.
No le mataron: su magín profundo
llevaba el mundo de una gran idea,
y aplastado cayó por ese mundo
que pesaba en su espalda gigantea.
Si no fuera mi Patria idolatrada
tierra de amores, rica y abundante,
ni fuera por su encanto codiciada,
con tener un Rizal tiene bastante.
Adora en tu Rizal, pueblo querido.
Hay una deuda para ti sagrada :
esa deuda de amor, que Has contraído,
en el momento actual no está saldada.
¡Ni lo estará jamás! — ¿Y es un consuelo
que en muchos siglos de cristiana vida,
después que Cristo descendió del cielo,
siga la Humanidad tan corrompida?
¡Sufre y espera, corazón humano!
El que confía en Dios no desfallece.
No siempre el día despuntó temprano.
¡Pero siempre amanece!
Diciembre de 1901.
AL MÁRTIR FILIPINO
No es tu gloria. Rizal, nuestra exclusiva:
la que ilumina tu gigante empresa,
beneficiando a la región nativa,
lleva del genio la señal impresa.
Y tú dijiste : todo aquel que lleva
un signo de la diosa del Acrópolis,
no es como el siervo parte de la gleba,
es ciudadano de la gran Cosmópolis.
No honramos, por ser nuestra, tu memoria,
sino que alzamos nuestro humilde elogio
a un gran patriota inscrito por la historia
en el universal martirologio.
Eres de aquellos raros aristócratas
que gustan de los males el acíbar.,
que retan a teólogos y autócratas
y se llaman Copérnico o Bolívar.
Eres de aquella raza de colosos
hallados por oculta providencia
para cumplir destinos luminosos
en la fe, en las patrias o en la ciencia.
Unos hubieron prez en la tizona,
otros en la científica conquista:
tú ciñes a la sien triple corona :
la de patriota, pensador y artista.
Alma de artista, ungida la cabeza
con el óleo Iustral de excelsa diosa,
en el supremo altar de la Belleza
rompió tu mente en floración gloriosa.
Amante de los goces ideales.
lo mismo en el hogar que en el exilio.
entonaste canciones inmortales
que adoptarían Píndaro y Virgilio.
Y de escritos de forma diamantina
atesoró tu mente soberana
la recta arquitectura pascalina
y la sutil manera volteriana.
Pero la gloria tuya indiscutida,
la proeza mayor que en ti se ha visto,
es haber renovado con tu vida
la leyenda de Budha y Jesucristo.
No te venció, al matarte, el enemigo :
oponiéndose a ti, con él triunfaste.
Pues sin saber colaboró contigo
Por virtud del principio del contraste.
Hay cierta voluntad en el destino
que no merece temerario mote :
la misrna gloria de Jesús divino
se fundó en la traición del Iscariote.
No en vano pasan para ti los años,
No quedará tu sacrificio inulto:
ya has ganado el favor de los extraños
y hacen los propios de tu nombre un culto.
La juventud, el nervio y la esperanza
del desgraciado pueblo filipino,
se empaña de tu vida en la enseñanza
y busca ansiosa a tu ideal camino.
Marcha del porvenir a la conquista
cabalgando en su indómito pegaso:
no hay fuerza que a su empuje se resista:
las leyes de la vida la abren paso.
En su arriscada senda guíe y lleve
la luz esplendorosa de tu genio
a los que sueñan ver en plazo breve
la suspirada aurora del milenio.
Ocho lustros cruzó por el desierto
el perseguido pueblo israelita,
y es que entonces no estaba descubierto
el presente vivir cosmopolita.
De nuestra evolución a los extremos,
cual otros sus empresas giganteas,
esperamos llegar, porque creemos
en la virtualidad de tus ideas.
Desde que te inmoló la suerte impía
hay un Rizal en cada filipino,
por eso presentimos que algún día
la redención será nuestro destino.
Emergerás entonces de tu fosa
para que el aire con tu canto vibre,
con el canto de tu alma jubilosa
el nacimiento de su Patria libre.
1905.
EN LA CUMBRE DE LA INMORTALIDAD
¿Qué añaden a la gloria de tu famoso nombre
los himnos y las rosas de nuestra admiración ?
¿ Qué importa a la grandeza de tu mundial renombre
el culto que a sus méritos consagra la nación?
Es un deber, no obstante, que, si mayor ni exigua
no hace tu fama incólume, demuestra que es robusta
nuestra fe en el destino de nuestra causa antigua,
porque costó tu sangre, porque de suyo es justa.
Demuestra que bay un nexo vital y solidario
que suma tus esfuerzos y nuestro actual vigor;
que, de ayer y mañana engarce necesario,
nos empuja el presente a concluir tu labor.
Mas entre ella y la nuestra ¡qué enorme diferencia
abre las dos orillas de un abismo profundo,
demostrando que a veces una genial potencia
puede cambiar las órbitas de los pueblos del Mundo!
Y es que ya en el comienzo de tu vida gloriosa.
como en la edad risueña de los paganos mitos,
los rasgos más salientes de tu labor grandiosa
se diría que estaban en símbolos escritos
No asistieron las Gracias a tus días primeros,
mas fué tu cuna un bello rincón de Filipinas
donde alzan sus columnas esbeltos cocoteros
y descienden cascadas como colas equinas.
Propició una laguna tu lirismo sereno
en la edad más romántica de todas las edades;
tal para sus parábolas el dulce Nazareno
propicia bailó Is laya del lago Tiberiades.
Y como el rey egipcio levantó a su grandeza
pirámides ingentes sobre un vasto arenal.
el cono del Makíling alzó Naturaleza
para marcar tu cuna y tu índole esencial.
Eso fuiste.: una altura de pétrea reciedumbre
que acariciaron nubes y azotaron ciclones;
alta llama patriótica sobre la excelsa cumbre
de una vida florida en gloriosas acciones.
AI calor de esa llama, tu genio peregrino
cruzó los anchos. mares, se abrió a los cuatro vientos
y buscó entre las brumas del cielo ponentino
colmar sus nobles ansias y aplacar sus tormentos.
Ella movió tu pluma y encendió tus escritos;
en toda mente puso mortal desasosiego;
reconfortó a los mártires, alivió a los proscritos
y en frentes escogidas se hizo lenguas de fuego.
Sólo por ella, cuando, cansado y perseguido,
pudiste hacer cenizas de tu inquieto bajel,
su proa enderezaste hacia tu patrio nido,
para morir en él, para morir por él.
Rodarán al abismo los hombres y las cosas;
tal vez la Patria vea el sol al fin brillar;
pero en las noches lóbregas y en las albas gloriosas
estará con nosotros tu sombra tutelar.
Nuevas generaciones y nuevas muchedumbres
sentirán el influjo de tu ejemplaridad
y te verán erguido sobre todas las cumbres,
envuelto en los fulgores de la inmortalidad.
19 de junio de 1920.